Hacia el Amor

Todos y cada uno de los seres humanos de este planeta, sin distinción de sexo, edad, ubicación geográfica, cultura o religión, entre otras miles de variables, vivimos en la búsqueda del amor. Aún cuando no esté en la lista de prioridades de una persona ya que puede ser más importante para ésta la búsqueda del dinero o de una posición frente a la sociedad, en algún item de esa lista que pegamos en la puerta de nuestra heladera mental, está el encontrar el Amor, ya sea el recibirlo como el darlo, dando quizás más importancia al hecho de que nos den "ese" Amor que necesitamos, el que deseamos, el que creemos que nos merecemos, aquel al que tenemos derecho.
Por supuesto, yo también, como la mayoría, deseaba lo mismo y en ese laberinto de la vida donde detrás de cada vuelta esperaba hallarlo, solo me encontraba con lágrimas de desaliento, desilusión y tristeza, porque la persona de ese momento no me daba "ese" amor que yo deseaba.
Dios me observaba, Él me conoce, soy su hija, fruto de su Amor, y quiso que comprendiera, a través de una experiencia en particular muy dolorosa, que "ese" Amor que yo buscaba, solamente podía brindarmelo Él, que no había hasta ese momento en la tierra ningún ser humano que colmara mi alma de la dicha, el gozo y la felicidad divinas...
A partir de ese momento, decidí que sólo sería de Él, que dedicaría lo que me quedara de vida a buscarlo, a contemplarlo, a adorarlo sin importar ninguna persona o asunto más que mi Señor y creo que ha sido la mejor decisión que tomé en mi existencia, porque me he visto colmada de tanta alegría interior, tanta dulzura y ternura provenientes del Cielo, que no hay entretenimiento, diversión o asunto terrenal que se le compare y que pueda hacerme volver los ojos de mi alma hacia este plano material...

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