Cuando profese el voto de silencio,
para permanecer enclaustrado con mi Bienamado
en los brazos de su omnipresencia,
me mantendré absorto escuchando la sinfonía
de los benditos sones de su creación
y contemplando maravillosas visiones ocultas.
Mas no os habré olvidado, no obstante.
Os observaré en silencio, mientras camináis sobre mí
en los frescos retoños de la hierba,
y me contempláis en mi viviente presencia vegetal.
Os miraré con ternura maternal,
a través de cada capullo carmesí
que se sonroja de amor, para deleitaros.
Os acariciaré en la brisa, suavemente,
para aliviar todo terror y ansiedad;
y cuando el hielo de la ilusoria soledad
se adentre en vuestro corazón,
os envolveré en el cálido sol de mi amistad.
Cuando dirijáis la mirada sobre el océano,
me estaréis contemplando directamente a mí,
unido con mi Bienamado en el altar del horizonte,
donde los rayos de plata alzan su dosel celeste
sobre la bruma añil del santuario de las olas.
No hablaré sino a través de vuestra razón,
ni os reprenderé sino a través de vuestra conciencia.
Y os persuadiré sólo a través de vuestro amor,
y del anhelo de vuestro corazón
de buscar al Bienamado solamente.
Os tentaré, mas con la única tentación
de disfrutar del amor del Bienamado.
Olvidáos de mí, si lo deseáis así,
¡mas no olvidéis a mi Bienamado!
Al recordarle a El, no podréis olvidaros de mí.
Paramahansa Yogananda
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